Apolo, dios del sol y la música, fue maldecido por el joven Eros después de que se burlase de este por jugar con un arco y flechas.
- Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia
de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra
las bestias feroces y los feroces enemigos. Conténtate con avivar
con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas parangonar tus
victorias con las mías.
El irascible Eros tomó dos flechas, una de oro y otra de hierro. La
de oro incitaba el amor, la de hierro incitaba el odio. Con la flecha de
hierro disparó a la ninfa Dafne y con la de oro disparó a Apolo en el
corazón. Apolo se inflamó de pasión por Dafne y en cambio ella lo
aborreció. En el pasado Dafne había rechazado a muchos amantes
potenciales y a cambio había demostrado preferencia por la caza y por
explorar los bosques. Su padre, Peneo,
le pidió que contrajera matrimonio para que así le diese nietos. Sin
embargo, rogó a su padre que la dejase soltera, como la hermana gemela
de Apolo, Artemisa. A pesar de esto, Peneo le advirtió que era demasiado hermosa como para mantener por siempre lejos a todos sus pretendientes.
Apolo continuamente la persiguió, rogándole que se quedara con él,
pero la ninfa siguió huyendo hasta que los dioses intervinieron y
ayudaron a que Apolo la alcanzara. En vista de que Apolo la atraparía,
Dafne invocó a su padre.
De repente, su piel se convirtió en corteza de árbol, su cabello en
hojas y sus brazos en ramas. Dejó de correr ya que sus pies se
enraizaron en la tierra. Apolo abrazó las ramas, pero incluso éstas se
redujeron y contrajeron. Como ya no la podía tomar como esposa, le
prometió que la amaría eternamente como su árbol y que sus ramas
coronarían las cabezas de los héroes. Apolo empleó sus poderes de eterna
juventud e inmortalidad para que siempre estuviera verde.